jueves, 23 de mayo de 2013

La falta de refugios contra tornados agravo la tragedia de Oklahoma



Retornó el monstruo, fue el titular de ayer de The Oklahoman, el principal diario de la zona, y eso que solo había un 1 por ciento de posibilidades de que un tornado tan destructivo afectara la población, después del sufrido en 1999. Al menos así lo venía asegurando en su página web el Ayuntamiento de Moore, la localidad de Oklahoma arrasada el lunes por la fuerza del torbellino, sin probablemente mucha justificación estadística.
El exceso de confianza, sin el requisito de construcción de refugios contra tornados en centros públicos como hospitales o escuelas, es ahora motivo de polémica. De los veinticuatro muertos en Moore, nueve eran niños, y siete de ellos perecieron en el derrumbe de la escuela primaria Plaza Towers. Unas 1.500 casas quedaron destruidas y otras 4.000 sufrieron daños tras el paso de un tornado al que finalmente se le ha dado categoría 5, la máxima.
Es de esperar que los veinticuatro muertos de ahora tengan más efecto que los 44 que fallecieron en 1999, alzaron su voz varios vecinos de la zona. Desde aquel año, las nuevas escuelas de la localidad se construyen reservando algunos espacios de seguridad a prueba de fuertes vientos. Pero el edificio de Plaza Towers, que acoge a unos quinientos alumnos, es de 1966 y en él no había refugio ni ningún tipo de refuerzo estructural. Las primeras investigaciones indican que los niños fallecidos allí quedaron sepultados por el derrumbe de una de las paredes. La mayoría de los escolares, de acuerdo con las instrucciones de sus maestros, en aplicación de las medidas de protección, se refugiaron en pasillos y lavabos.
De todos modos, un tornado de categoría 4 o 5 arrasa todo lo que encuentra a su paso, y el único lugar seguro donde resguardarse es bajo tierra, en sótanos. Y muy pocas casas lo tienen, dado que tal refugio encarecería el precio de construcción y venta. El Ayuntamiento de Moore, población de 56.000 habitantes a unos 15 kilómetros de Oklahoma City, había tramitado ayudas federales para subvencionar con 2.000 dólares a los residentes que construyeran en su casa una habitación segura.
Con esa medida, las autoridades locales creían que ya se habían tomado las medidas de protección adecuadas.

Sin legislación de seguridad

Pero la polémica tiene sus características genuinamente americanas. Muchos estadounidenses creen que la protección en su casa es responsabilidad única y exclusiva de ellos mismos, y además ninguno de los estados más afectados por los tornados tienen legislación obligatoria sobre medidas de seguridad especiales en los edificios. No la tiene Oklahoma, ni tampoco, por ejemplo, Misuri, donde el año pasado un tornado mató a 160 personas en la población de Joplin. Esa localidad consideró entonces la obligatoriedad de que las nuevas casas estuvieran dotadas de refugios, pero se desechó porque el precio sería prohibitivo.
Las autoridades de Moore llegaron a pensar en levantar un refugio comunitario en el centro de la localidad, pero debido al escaso margen para la alerta de la llegada efectiva del tornado –alrededor de un cuarto de hora antes de que llegue la punta del cono de turbulencias– las autoridades pensaron que a la mayor parte de los residentes no les daría tiempo a llegar hasta allí.
Así las cosas, en la escuela Plaza Towers maestros y alumnos fueron a refugiarse el lunes en los pasillos, como siempre que hay alerta de un tornado. Quedaban tres días para el final de curso, y apenas una hora para que concluyera la jornada escolar. De haber llegado el tornado más tarde o unos días después, muy probablemente los siete niños muertos al desplomarse un muro de la escuela seguirían con vida.
Un cuarto de hora antes de que el tornado llegara a Moore, las autoridades ya habían avisado de la trayectoria del torbellino y la escuela activó llamadas automáticas a los padres para que fueran a recoger a sus hijos si así lo preferían.
Habíamos decidido dejarla allí, pero las previsiones meteorológicas alertaban tanto de la tormenta que mi marido decidió ir a por Kenzi, de 7 años, cuenta Amy Schipman. Como la familia vivía a solo tres calles de la escuela, Cody Shipman tenía tiempo de ir allí y llevar a su hija a un refugio subterráneo de un vecino, en la que se reunieron una veintena de personas. Cody recuerda que, al salir del centro, vio a una veintena de niños pegados a un muro. Debido a que esa pared era la primera contra la que chocó el tornado, cree que fue la que resultó golpeada con más fuerza, provocando un derrumbe que probablemente mató a varios niños.
Las sirenas del colegio sonaron varias veces. Sobre las 15:30 (las clases terminaban diez minutos más tarde) llegó el tornado, convientos de hasta 320 kilómetros por hora. Alexander Ghassimi, de 11 años, explica que después de haberse situado en el pasillo junto con otros compañeros, los maestros les hicieron ir a los lavabos de las niñas, donde existían espacios más tabicados y techos de menos vuelo. Agacharos, poneros las manos sobre la cabeza, eran las instrucción de los maestros a los 70 u 80 niños que se habían agolpado en esos lavabos. Alexander cuenta que cuando llegó el gran ruido del viento, los profesores se echaron encima de los alumnos para protegerlos.
Cuando la tormenta pasó, miramos hacia arriba y el techo había desaparecido. Parecía como la película El Mago de Oz, con papeles y libros sobre nosotros, relató Alexander al Washington Post.
Lo que siguió fueron gritos y lloros de muchos, cuando se dieron cuenta de la destrucción que había a su alrededor. Es como si como si abres una caja de cerillas y las tiras todas. Así es como parecía lo que había sido una escuela, según la madre de Alexander.

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